lunes, 14 de marzo de 2011

Sobre un artículo de Vargas Llosa

Esta carta pretende ser una respuesta al artículo escrito por Vargas Llosa para La Nación del día 13/3/2011.
Antes de comenzar, quiero dejar constancia de que lamento que el director de la Biblioteca Nacional se haya expresado públicamente en contra de su participación en la Feria del Libro. Lo lamento por un lado porque creo que no correspondía que el Horacio González opinara en este asunto, y también lo lamento porque le dio la oportunidad de expresar sus opiniones políticas desde la postura de víctima. Aclaro esto, el señor Vargas Llosa no ha sido censurado finalmente; podrá, como es su derecho, expresar sus opiniones. Y expresará sus opiniones gozando del aura de simpatía que brinda el presentarse como un perseguido político. Hechas las sumas y las restas, la iniciativa de Horacio González ha contribuido a fortalecer la imagen de Vargas Llosa.
En el párrafo anterior he mencionado un intento de censura, y lo he hecho de un modo tal que me permite evitar hablar realmente del tema, logrando disimular la importancia que debería dársele a un intento de censura. Copié este truco literario de uno de los grandes escritores de la actualidad: Mario Vargas Llosa. En su artículo del día de la fecha en el diario La Nación dice “nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas, ha contribuido a la decadencia económica y cultural...”.
“Algunos progresos de orden social y sindical”. Paso a enumerar algunos de estos logros, quizá alguno se me olvide: vacaciones, aguinaldo, salario mínimo, estatuto del peón rural, indemnización por despido, seguro por accidentes de trabajo, salario familiar, créditos para vivienda, hospitales de niños, ayuda para madres solteras, colonias de vacaciones... Son muchas cosas en el haber, las cosas malas del peronismo deben ser grandes para echar todo esto por tierra. Y casi me olvido de mencionar uno de los logros sociales más importantes: el voto femenino.
Pues pasemos a ver cuáles son las cosas negativas de las que Vargas Llosa habla, tan malas que a su lado los logros antes mencionados resultan nimios. “Decadencia cultural”: el turismo social permitió que muchas personas pudieran viajar a los centros turísticos del país, los torneos Evita acercaron muchos jóvenes al deporte, se creó el comité olímpico para fomentar el deporte de alta competición, se estableció la gratuidad de la educación universitaria, se creó la Universidad Obrera (hoy llamada Universidad Tecnológica Nacional)... Quizá para Vargas Llosa el turismo y el deporte no sean hechos culturales. Quizá no le parezca algo relevante que los obreros puedan cursar estudios de ingeniería. Hubo en el pasado quienes pensaban que estas cosas eran algo decadente; quienes así opinaban apoyaron el golpe de estado de 1955, con el bombardeo de la Plaza de Mayo incluido. Yo no pienso de la misma manera.
Vargas Llosa habla también de “decadencia económica”: durante el gobierno de Perón se pagó y canceló la deuda contraída por los gobiernos anteriores, se fomentó la industria usando el excedente de la exportación de granos para dar créditos blandos, se estatizaron las empresas de servicios y transportes y se crearon empresas industriales del estado. Todo esto está muy alejado de las ideas liberales, que Vargas Llosa describe: “aceptar ... la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas y las instituciones que antes (la izquierda) llamaba burguesas”. Estas ideas liberales, al menos en su aspecto económico, fueron llevadas adelante en la Argentina por los presidentes Menem y De la Rúa. Realmente, yo me quedo con el estatismo peronista antes que con el liberalismo menemista.
La diferente interpretación de la historia argentina es notable. Para mostrar que la diferencia va más allá de la opinión respecto a los gobiernos de Perón, cito otra frase de Vargas Llosa donde menciona “la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El Matadero.” Coincido plenamente en la tristeza. Pero me ubico del otro lado (de la barbarie, si quieren llamarnos así). Y para justificarme cito una frase de Sarmiento, en su genial libro Facundo, seguramente el mejor escrito del liberalismo argentino. Dice Sarmiento que “El pueblo que habita estas extensas comarcas se compone de dos razas diversas, que, mezclándose, forman medios tintes imperceptibles, españoles e indígenas ... La raza negra, casi extinta ya -excepto en Buenos Aires-, ha dejado sus zambos y mulatos, habitantes de las ciudades, eslabón que liga al hombre civilizado con el palurdo; raza inclinada a la civilización, dotada de talento y de los más bellos instintos de progresos ... de la fusión de estas tres familias ha resultado un todo homogéneo, que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidad industrial, cuando la educación y las exigencias de una posición social no vienen a ponerle espuela y sacarla de su paso habitual. Mucho debe haber contribuido a producir este resultado desgraciado la incorporación de indígenas que hizo la colonización. Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido.” Sarmiento hubiera preferido que alguien matara a todos los indios y a todos los gauchos. Entre Roca y Mitre estuvieron muy cerca de hacerlo.
El racismo y el desprecio de nosotros, los habitantes de esta tierra, por parte de los más grandes ideólogos del liberalismo “civilizado” me impulsan a ubicarme en la vereda opuesta, del lado del “bárbaro” populismo.
Esta diferente interpretación de la historia tiene su correlato en la visión de la actualidad. Vargas Llosa festeja que, según su opinión, cierta parte de la “izquierda” latinoamericana “ha sido capaz de renovarse, renunciando no solo a sus tradicionales convicciones revolucionarias ... sino al populismo, al sectarismo y al dirigismo, aceptando ... el mercado, la empresa y la inversión privadas y las instituciones que antes llamaba burguesas”; en definitiva, dejando de ser izquierda. Yo no sé si es real que los gobiernos que menciona han cambiado de ese modo, o si sus opiniones solo son reflejos de sus deseos. De hecho yo dudaría de esta caracterización, aún sin conocer bien a aquellos a quienes describe.
No creo que se pueda ser populista y sectario a la vez. Para ser populista hay que estar con el pueblo (al menos, eso dice el diccionario), y para ser sectario hay seguir a una secta. ¿Un populista sectario sigue entonces a una secta formada por la mayoría del pueblo? ¿Qué opinión merecen los que quedan afuera, los antipopulares, o impopulares?
Por otro lado, difícilmente un grupo sectario pueda alcanzar el gobierno de un país. Acá tiene que haber alguna confusión en el uso de las palabras. El uso del adjetivo “populista” como una forma despectiva de su sinónimo “popular” suele provenir de algunos sectores de la izquierda, estos sí sectarios, que no pueden entender por qué el pueblo no los sigue a ellos, y se ofenden cuando otras personas, unos populistas que no pertenecen a su secta, llevan adelante las reivindicaciones que ellos, los izquierdistas sectarios, nunca pudieron concretar.
Pero por la confusión entre los izquierdistas sectarios y los populares populistas (sean o no de izquierda) se nota que en realidad lo que preocupa a Vargas Llosa es otra cosa. Se nota que lo que realmente le molesta es el “dirigismo” en contraposición al liberalismo económico del “mercado, las empresas y la inversión privadas”. ¿La libertad de qué mercados, empresas y capitales privados defiende el liberal Vargas Llosa? ¿La de las grandes editoriales que auspician la feria que inaugurará? ¿La de los oligopolios de la comunicación donde publica sus ideas?
¿La libertad de las empresas que brindan servicios de salud es más importante que el derecho de los ciudadanos a su propia salud? ¿Por qué está mal entonces que el estado intervenga restringiendo las libertades de esas empresas? ¿Por qué está mal que el estado dirija las negociaciones entre trabajadores y empresarios, de modo de evitar despidos arbitrarios y de garantizar derechos de los trabajadores? ¿Por qué está mal que el estado intervenga en la economía para fomentar las industrias que considere más importantes? ¿Está mal que el estado garantice la educación pública gratuita, en vez de la libertad de las universidades privadas? ¿Y la vivienda, es acaso menos importante que la libertad de hacer negocios inmobiliarios?
Me cuesta creer que las respuesta a estas preguntas no sean inmediatas. Pero se ve que para gente como Vargas Llosa ciertas libertades son más importantes que la justicia social.

4 comentarios:

  1. Muy bueno!! Felicitaciones!!
    Ana

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  2. lástima que no haya un casillero para muy bueno! me pareció: muy bueno.
    Saludos

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  3. Germán, excelente columna. Cuesta creer que todavía se emparente la mezcla de sangre, la genética de un individuo, o un grupo de individuos, con un comportamiento social o una actitud frente a la vida. Al margen de promover la educación pública, Sarmiento plantó, y dejó crecer la semilla del racismo que todavía padecemos. A Vargas Llosa solo le falta decir "hay que matar a todos los negros", frase que he escuchado de boca de "ilustres docentes" no hace mucho, y de tantos otros personajes con la cabeza llena de radio Mitre...

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  4. Luis, Vargas Llosa no va a decir una cosa así, conoce las consecuencias de sus palabras. En vez de decir eso cuenta un escrache que sufrió, para que sus lectores piensen "hay que matar a todos los negros".

    Saludos.

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