Cartas después de la guerra

En el año 2006, en un episodio más de la guerra de medio oriente, Israel lanzó un bombardeo masivo contra El Líbano, presentándolo como una represalia por el secuestro de 2 soldados por la guerrilla Hezbollah.
Una carta de Pablo Jacovkis (por entonces decano de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA), me motivó a escribir esta carta de respuesta. Fue publicada junto con otras en el correo de lectores de la revista Nueva Sion (a mí también me sorprendió que la publicaran) bajo el título "cartas después de la guerra".


4 de septiembre de 2006:
Ésta no pretende ser una defensa de ninguna de las posturas en contra del ataque de Israel contra El Líbano, creo que quienes las hayan escrito tienen la capacidad de defenderse solos. Intento sí criticar algunas de las cartas que se han escrito en respuesta es estas posturas. Así como cualquiera que hable en contra de la política del estado de Israel corre el riesgo de ser calificado de antijudío, también quienes critican las posturas antisionistas deben asumir el riesgo de ser acusados de estar a favor de la guerra, aún antes de analizar sus escritos.
Para no cometer la injusticia de considerar a todos aquellos que defienden al estado de Israel como guerreristas, comenzaré descartando aquellos argumentos que explícitamente defienden la matanza de árabes. Una vez descartados estos, uno de los principales argumentos es la igualación de las muertes provocadas por el ejército israelí y las provocadas por milicias árabes.
Un ejemplo de estos argumentos se halla en la respuesta de José Alberto Itzigsohn a la solicitada titulada “Paremos el genocidio del estado de Israel”. Dice Itzigsohn que el título debería haber sido “paremos el ataque aéreo contra la población civil de El Líbano y el ataque con katiushas contra la población civil israelí” y critica que en dicha solicitada no se mencionen el asesinato de 8 soldados israelíes y el secuestro de 2 por Hezbollah. Otro ejemplo de un argumento similar (aunque este está claramente en contra de la agresión Israelí) lo da Adolfo Pérez Ezquivel: “He señalado en forma reiterada, y sumado mi voz a muchas otras en el mundo, que el pueblo de Israel tiene derecho a su existencia; pero que también tiene los mismos derechos el pueblo palestino, hoy oprimido y masacrado por el Estado de Israel.”
La versión que me parece más clara de este argumento es la siguiente (debida a Pablo Jacovkis): “[...] conozco gente que justifica los atentados terroristas suicidas en Israel, en asilos de ancianos y en cafeterías de universidades progresistas diciendo ‘pobrecitos, cómo sufrieron’, [entonces] justifiquemos también las barbaridades israelíes con lo que sufrieron los judíos y con su sensibilidad (aclaro que yo no justifico las barbaridades, pero trato de usar la misma vara y la misma medida)” El problema es que es imposible utilizar la misma vara. Es imposible poner en pie de igualdad a los katiushas con las bombas de racimo o las de fósforo blanco.
Para los que no lo sepan, según la organización Human Rights Watch, Israel utilizó estas armas en su bombardeo al Líbano. Las bombas de racimo disparan cientos de pequeños explosivos, su obvio objetivo es dañar a la mayor cantidad de gente en la zona donde caen. El fósforo blanco es un agente incendiario que forma una nube que quema al adherirse a la piel, y tiene un radio de acción de 150 metros. Resultaría difícil explicar el uso de estas armas sin aceptar que Israel busca matar un gran número de refugiados palestinos (esto agravado por los bombardeos a los caminos, que cortaban las vías por las que algunos podrían haber escapado del campo de batalla). Muchos intentan negar la intención sionista de expulsar a los árabes palestinos de su patria. La utilización de armas diseñadas específicamente para matar en forma indiscriminada es un hecho que difícilmente podría hallar otra explicación. De todos modos creo que es una discusión que puede llevar tiempo, y mucho se puede decir al respecto.
Para aportar un punto de vista diferente a los enunciados citados al principio, me gustaría citar el final de una serie de artículos de Rodolfo Walsh sobre Palestina: “El terror es un método de lucha que han usado todas las revoluciones y también todas las reacciones. Hechas las reverencias de práctica a la actitud que prefiere condenarlo ‘en sí mismo’ (como si algo existiera en sí mismo), su humanidad o su inhumanidad depende de sus fines. Nuestra Revolución de Mayo fue terrorista. El general Aramburu también. Con estas precisiones es posible reenfocar el terror en Medio Oriente, superar las barreras de una propaganda que -casualmente- es la del imperialismo occidental, y decidir quién tiene la parte de razón que las circunstancias le permiten tener.
“El objetivo del terrorismo palestino es recuperar la patria de que fueron despojados los palestinos. En la más discutible de sus operaciones, queda ese resto de legitimidad.
“El terrorismo israelí se propuso dominar un pueblo, condenarlo a la miseria y al exilio. En la más razonable de sus ‘represalias’, aparece ese pecado original.”