Hacete Cargo


Después del estallido de Diciembre de 2001, creímos que nos íbamos a encontrar con una sociedad más politizada, que la efervescencia se iba a traducir en mejores condiciones para hacer política en la Facultad. Y nos equivocamos de cabo a rabo.
Esta nota refleja la indignación que sentíamos porque la realidad de nuestro entorno no se condijera con lo que creíamos que debía ser, y lo hace de la forma más violenta posible. Fue publicada un mes antes de las elecciones estudiantiles. Ganamos esas elecciones, lo que demuestra que probablemente nadie la leyó.

Hacete Cargo

Nota Publicada en la revista Paradigma del Centro de Estudiantes de Informática de la UNLP en octubre de 2002
¿Es verdad que el Centro de Estudiantes defiende mis derechos? No tengo intención de responder inmediatamente esta pregunta sino de analizar las contradicciones que subyacen en ella. (Tranquilamente, y con rigor científico, podría decir que sí y que no. Que sí, porque puedo citar un montón de ejemplos en los cuales el centro de estudiantes y, más específicamente, los militantes de la agrupación que lo conduce se han comprometido en luchas, la mayoría de las veces prácticamente solos, y alcanzado importantes objetivos. Que no, porque no es el CE como ente abstracto lo que obra semejantes milagros, sino que éste actúa como herramienta organizativa del conjunto de los estudiantes. Es decir que el CE, por sí solo, no puede hacer nada; son los estudiantes los que accionan en forma colectiva, y al hacerlo asumen la forma de CE.)
Hay otras preguntas similares a la anterior, que parecen triviales, pero no lo son tanto: ¿El CE debe defender mis derechos? ¿Qué es el CE? En este punto podría responder con la varias veces repetida perorata de que al CE lo integramos todos, y de la necesidad de la participación de todos para que éste funcione. (Respuesta que es perfectamente correcta, aunque demostró ser completamente inútil dado que evidentemente puede ser objeto de diversas interpretaciones. Además la "necesidad" de la participación de todos es algo relativo a la vista de que a lo sumo 15 compañeros sostenemos un Centro de más de 1500 estudiantes.)
Probablemente estas preguntas tan sencillas y con respuestas contradictorias sean más fáciles de comprender si nos remontamos a la raíz del asunto. Estas cuestiones giran en torno a los derechos y a la defensa de ellos. Las preguntas que subyacen en todo esto son, entonces, qué son nuestros derechos y por qué hay que defenderlos. Ambas preguntas son los dos polos de una misma situación. Pero empecemos por la primera.



¿Qué son nuestros derechos? La pregunta es qué y no cuáles porque a la segunda se podría responder con una enumeración de los más importantes y no obtener nada interesante. Pero, ante la pregunta de qué son, no nos queda otra que ponernos a analizar de dónde nacen. De dónde nacen dado que no estuvieron siempre allí. Aún los más obvios, como el derecho a la vida, no siempre fueron considerados derechos (sin irse muy lejos en la historia, los esclavos no tenían derecho a la vida, si sobrevivían era porque salían caros y su dueño los cuidaba). ¿Por qué decimos, entonces, que el hombre tiene derecho a la vida? Porque los asesinatos nos parecen aberrantes. Esto nos lleva a la siguiente conclusión: si no existieran los asesinatos no tendría sentido hablar de derecho a la vida; a nadie se le hubiera ocurrido hablar de derecho a la vida antes del primer asesinato de la historia. En general, lo importante de todos los derechos es que pueden no ser respetados. La simple enunciación de los derechos se funda en la potencialidad de que no sean respetados. Sería ridículo hablar de un derecho a la muerte, derecho a que te circule la sangre mientras vivas o derecho de que te salgan ampollas en los pies cuando te vas caminando hasta Luján.
Pero, además de existir, esta potencialidad tiene que ser reconocida por el hombre para que un derecho pueda ser enunciado. Y solo reconocemos la posibilidad de que un derecho no sea respetado cuando efectivamente alguien no lo respeta. Es decir que solo vemos la importancia de la existencia de un derecho al ver que existe una situación que consideramos injusta. Obviamente a nadie se le hubiera ocurrido hablar del derecho a la educación hasta que no se vio que algunos recibían educación y a otros se les negaba esta posibilidad. Entonces, la idea de un derecho nace en una situación de conflicto: una contradicción entre las víctimas de un hecho que ellas consideran injusto y quienes se benefician al no respetar ese "derecho". Por lo general el segundo grupo tiene una relación de poder sobre el otro y puede garantizarse, al menos por un tiempo, que el "derecho" no sea enunciado como tal y, una vez aceptado socialmente, puede no respetarlo sin mayores inconvenientes.
¿Cómo es entonces que los derechos llegan a convertirse en tales e incluso a ser respetados? Los derechos deben ser arrancados por la fuerza de manos de los que tienen el derecho de no respetarlo. El conflicto entre estos dos grupos termina estallando en una lucha, que puede tener diferentes grados de violencia y duraciones. Si en esta lucha los que no tenían derecho logran un triunfo, aunque sea parcial, consiguen su reivindicación y establecen las condiciones para que ese derecho sea respetado.
Este análisis nos allanó el camino hacia la respuesta de la otra pregunta formulada: ¿por qué es necesario defender nuestros derechos? La respuesta ahora se ve sencilla. Porque existe la potencialidad de que no sean respetados y porque existen grupos interesados en no respetarlos. Además sabemos que si no se dieran estas dos condiciones no tendría sentido hablar de un derecho. Por lo tanto la sola existencia de un derecho implica la necesidad de luchar para defenderlo, al menos hasta que se disuelvan las contradicciones que hacían necesaria la existencia del mismo.

Ahora que ya sabemos qué son los derechos, podemos volver al problema que estábamos analizando previamente: ¿Quién debe defender nuestros derechos? Si bien la lucha descripta en los párrafos anteriores puede volverse muy compleja, parece bastante claro que la responsabilidad primaria de esta defensa corresponde a los directamente implicados. ¿Quién mejor para defenderme que yo mismo? Si no me defiendo yo, ¿quién me va a defender?
Si, mientras un grupo de patovicas comienza a golpearme con saña, en vez de correr, o al menos clamar por ayuda, simplemente me quedo lo más quieto posible a la espera de que alguien se arroje en mi defensa, entonces cualquiera podría decir con razón que soy un idiota. Si, encima, después de que estos muchachos se hubieran cansado, y mientras se toman un vino con el dinero que me sacaron, voy a quejarme indignado porque el diariero de la esquina no me ayudó, merezco una nueva golpiza. ¿Por qué alguien, que quizá no sabía lo que pasaba, que probablemente no me conociera, va a tener la responsabilidad de defenderme? Si yo no hice nada para defenderme, alguien que hubiera visto la escena podría haber pensado que me gustaba que me peguen.
Por más ridícula que parezca esta escena, en otros ámbitos esto se repite en forma casi textual. ¿Quién no se quejó alguna vez porque nos roban con los impuestos, porque nos recortan el sueldo, y encima no mantienen como es debido derechos que consideramos básicos como son la salud y la educación? Hay que preguntarse qué carajo hizo el que así reclama una solución a sus problemas para buscar tal solución. Lo peor es que este caso es aún más ridículo que el anterior. Porque asignamos la responsabilidad de defendernos al mismo Gobierno que es el responsable de nuestra miseria. La situación se ve tan ridícula como un condenado a muerte que pide al verdugo que lo defienda.
Entonces se ve claramente la dimensión de la respuesta: nosotros mismos debemos defender nuestros derechos. No es que nunca nadie más nos va a ayudar, pero los únicos que tenemos la obligación de defendernos somos nosotros, y si no lo hacemos no podemos quejarnos.
Ahora, si los que tienen que defender un derecho están en una posición de debilidad y solo ellos tienen la obligación de hacerlo, ¿cómo es que pueden ganar? La respuesta es compleja, y no creo poder abarcarla en este texto, pero se basa en que la debilidad nace de que individualmente tienen menos poder que su adversario, pero esto no es necesariamente así colectivamente. Entonces la solución al problema pasa por la construcción de poder colectivo. Uno de los requisitos para esto es la creación de una organización común desde la cual se trabajará en conjunto para la construcción de este poder y se librará la lucha.
Este es el rol que cubren (o cubrieron) los CE. El CE es la organización donde se construye el poder colectivo de los estudiantes y desde donde se libra la lucha en defensa de sus intereses. Podemos ahora, una vez analizados todos los elementos involucrados, analizar las contradicciones con que nos habíamos chocado al principio.



¿El CE debe defender tus derechos? Sí, porque si no lo hace entonces no existe... Otra vez: ¿El CE debe defender tus derechos? No, sos vos el que debe defender tus derechos; en todo caso el CE puede ayudarte. Esta contradicción funciona perfectamente cuando todos los estudiantes asumen la responsabilidad que les cabe en la defensa de sus propios derechos, logrando así que el CE crezca y que sirva como herramienta no solo para defender lo ya logrado sino también para alcanzar nuevos triunfos. Es más difícil cuando, como hoy, la gran mayoría decidió no hacerse cargo y sólo unos pocos asumimos la responsabilidad de mantener la existencia del Centro, y por lo tanto de defender los derechos de todos y de pelear por y para todos.
¿El CE defiende tus derechos? Sí, aunque parezca increíble. Aún cuando, como ya dije, la mayoría no hace nada. Los pocos que nos hacemos cargo de mantener la existencia del Centro, en una lucha por momentos titánica, peleamos con uñas y dientes en defensa de los derechos de todos, y muchas veces ganamos. ¿Hacemos esto por amor al arte? ¿O porque nos gusta sufrir? No, lo hacemos porque sabemos que en eso se juega nuestra propia defensa, que si no peleamos para defendernos nadie lo va a hacer por nosotros.
Cabe cuestionar la actitud de los otros, de los que no hacen nada y encima después se quejan de que "el centro no nos defiende". A esos les pregunto ¿y vos que hiciste? Si considerás que el centro no sirve porque no hizo algo que a vos te parecía importante, ¿estarías dispuesto a hacerlo vos? Si es así, ¿por qué no lo hiciste? ¿Qué pensarías si nadie hiciera nada con respecto al arancelamiento, los recortes de presupuesto, las condiciones de cursada, los planes de estudio, etc.? Entonces ¿por qué no hacés nada al respecto? ¿Por qué cada vez que se te llama para atacar estos problemas no sos capaz de moverte de enfrente del monitor? Aunque muchas veces lo hagamos, nadie tiene la obligación de hacerlo por vos. Hacete cargo.